En diciembre del 2018 fui a Japón y Corea con mi hermana. Nuestra primera parada fue Tokio, de ahí nos fuimos a las islas de Naoshima y Teshima, justo en esta última perdimos el ferry por seguir a un gatito naranja que lloraba sin control y tuvimos que dar toda la vuelta a la isla un 24 de diciembre para alcanzar a tomar el otro ferry, todo esto sin comer y después de que yo intentará hablar en japonés, sin éxito, con unos trabajadores muy amables. Año Nuevo lo pasamos en Seúl y el frío que experimenté me hizo recordar a esa peli de Disney de los noventas “Jamaica Bajo Cero” (Cool Runnings) cuando el equipo llega a los juegos de invierno de Calgary Canada, sin jamas haber experimentado temperaturas por debajo de los 20 grados centígrados. Más allá de estas vicisitudes, el viaje transcurrió sin mayor problema y la preparación previa que hicimos mi hermana y yo, con nuestras guías de “Lonely Planet”, fue más que suficiente para conocer ambos países con sus ciudades principales y el pilón artisy fancy de las mencionadas islas japonesas.
Viajando a marzo del 2025, en un mundo post pandémico, la realidad es diametralmente diferente. La cantidad de reels que tengo guardados y enviados entre mis cuentas de IG (se me está saliendo de control esto de la personalidad digital) es ya obscena y seguro innecesaria porque la realidad es que por un lado hay información repetitiva, sólo presentada de diferente manera para diversas audiencias, ( eso lo aprendí hoy, shout out a Dani I. de mi oficina) y las que son tan exquisitas, como una café donde cada mesa tiene su propio tocadiscos y me imagino una variedad de vinilos a escoger ( “Recoco Café” ) que probablemente no tendré ni tiempo de buscar después de templos, caminatas, el souvenir, los lapiceros, las tiendas vintage y las librerías en Jimbocho, que se encuentran muy arriba en mi lista, sobre todo después de leer “Days at the Morasaki Bookshop” por Satoshi Yagisawa, una novela corta, tierna y contemplativa que recomiendo ampliamente.
Y lo anterior es solo hablando de IG, no les he platicado de TikTok dónde se encuentran los cafés aesthetics como el tan publicitado “Onibus Café”, que lo más particular que tiene es que la vista es la de trenes en movimiento, y no les voy a mentir, lo tengo guardado en mi lista de Google con más de 50 otros spots, pero siendo realistas, no creo que viva al hype que lo rodea en la referida plataforma (para muestra, un botón👇)
Por último, está YouTube, dónde me la he pasado mucho mejor, me encanta ver videos de gente que sí visita Japón 2 veces al año, por ser familias con uno de los esposos de nacionalidad japonesa o, de mujeres que se quedaron a vivir con sus novios oriundos de ese país y en este afán por conocer y a la vez aportar a la comunidad, crean contenido con un POV, combinación entre turista y - llevo más de dos meses viviendo aquí- , que respeto y espero con ansia, también he visto de gente que ama las flora y por lo tanto la búsqueda de las vistas de cerezos se vuelve un deporte extremo del cual valoro muchísimo sus resultados en video y por último, el contenido que me ha parecido el más práctico, es el de un creador de nombre Maydasan, quien resume de la mejor manera, todo lo que necesito saber en sus brutalmente honestos videos con títulos que le dan una cachetada a mi idea de turista de alta alcurnia, como: “Every Kyoto Trip Ever” y bonus, tiene sus buenos códigos para páginas de diversos tipos de tickets como Klook.
Me despido con esta playlist, mezcla de soundtracks que cuentan con Tokio como locación y personaje principal así como otros artistas que he vagamente escuchado en mi ir y devenir por la vida musical. Nos vemos en dos semanas para platicarles cómo me fue y formar parte, por este medio, de los millones de contenidos sobre Japón que existen por doquier.
Me pregunto, ¿cómo es que viajé de mochilero por Europa con una Lonely Planet en 1992, durante casi 3 meses? ¿Cómo llegaba a una estacion de tren en Praga y llamaba por teléfono (fijo) o caminaba hasta una pensión para ver si había espacio? No había reservaciones digitales ni Google Maps. Y sin embargo, lo logré. Quizá el nivel de profundidad y los easter eggs de los que me perdí fueron múltiples, pero así anduve rolando, y fue un viaje fundamental en mi vida.
No me quejo del presente. Más bien guardo capacidad de asombro para el nivel de detalle con el que uno puede planear y ejecutar un viaje actualmente.
Lindo post, Ari!