La serie de “Disclaimer” (“Desprecio” en español) creada por Alfonso Cuarón, cumplió su objetivo en mí, al engancharme por sus siete horas de duración, pero al mismo tiempo y esto no me lo esperaba, me llevé un muy mal sabor de boca. Por lo que, empezaré por describir lo que me atrajo como abeja a la miel y posteriormente, con los giros en la trama, revelando hartos spoilers. Comenzamos:
Luz de invierno post-navideña sobre una burguesa casa de tres pisos en los albores de la zona 2 en el norte de Londres, un humilde cerezo de bienvenida que espera pacientemente la primavera para engalanarse de rosa pastel. En el interior, el típico desorden despreocupado en una isla de cocina remodelada donde un gato se pasea entre fruta, flores y botellas de vino. ¿Qué cosas malas pueden pasar en una casa así? Absolutamente ninguna. Para una persona que se volvió consumidora ávida de videos de casas de otros durante la pandemia, este hogar y su locación son como dulce para un niño en una feria. Posteriormente, el que nuestra protagonista Catherine Ravenscroft sea interpretada por la siempre atinada con sus actuaciones y vestimenta, Cate Blanchett, me tiene bien acomodada en mi sillón, con mis perros, algo para picar y una cobijita en mis pies, un jueves por la noche.
La familia Ravenscroft, está compuesta por la mencionada Catherine, su esposo Robert (interpretado por Sasha Baron Cohen) y su distante hijo Nicholas, de 25 años. Y han logrado llegar a esta comodidad al comienzo de su relación con la fortuna de los padres de Robert y posteriormente con Catherine, aportando a la casa, a través de una exitosa carrera como creadora de documentales. Y es ahora, entrando a sus cincuentas, que se pueden dar el lujo de amontonar sus libros en pilas en el piso manteniendo el espíritu tan elegante como relajado de su hogar. Así, naturalmente pudiente.
Hay una historia desarrollándose en paralelo, la de Jonathan, el mochilero a través de Europa con su novia pelirosa, Sasha. los vemos felices y chamogosos por Italia hasta que Sasha debe regresar a Londres, abandonando a Jonathan a su suerte. Entra en escena Kevin Klein, quien desde” French Kiss” me ha parecido un actor interesante, hay algo de fechoría en su expresión facial, no completamente villano, pero sí burlesco. Ahora, comenzamos con los spoilers, cuando nos enteramos de que el personaje de Klein, llamado Stephen Brigstocke, es el padre de Jonathan, quién falleció ahogado, 20 años atras en ese viaje a Italia. Stephen, encuentra en el cuarto de Jonathan, unas más que sugerentes fotos de Catherine, entrelazándose así ambas historias, y un manuscrito, realizado por Nancy, su fallecida esposa, quién tuvo una fuerte conexión con Jonathan.
Al leer el manuscrito, Stephen se entera de algo tan perturbador que decide publicarlo con el título de “The Perfect Stranger”, exponiendo así, las atrocidades realizadas a su inocente hijo por la ahora villana Catherine. Sentimos ansiedad cuando Catherine pasa la noche en vela vomitando (y podemos ver su exquisita tina de fondo), después de recibir el libro, enviado por Stephen, dónde se plasma a ella cómo la culpable del ahogamiento de Jonathan, quién heroicamente se adentró en el picado mar italiano para salvar a Nicholas. Stephen, planea arruinar la vida de Catherine, pero el libro es sólo el primer paso, el cuál envía a Robert y posteriormente a Nicholas, con quién Catherine en la actualidad, tiene una nada envidiable fría relación y al mismo tiempo, vemos como, Stephen, parece encorvarse a la par de deschavetarse cada vez más, convirtiéndose en un no tan lampiño, Grinch moderno.
Es cuando el libro llega a los compañeros de trabajo de Catherine, quienes al parecer sólo estaban esperando su caída en gracias para tornarse en su contra, que mi afán natural por disfrutar de lejos la desgracia ajena se termina, llevo capítulos viendo a esta mujer paciente y de carácter noble, ser pisoteada por su núcleo, que a excepción de su hijo, parecían admirarla y tenerla en un pedestal y todo ¿por qué?, por la interpretación de unas fotos por una mujer enferma y nublada por la desgracia, que nunca estuvo presente en el momento que ocurrieron los hechos.
Aquí es dónde caigo en cuenta del engaño al que fui sujeta, fue con la hermosa luz, la decoración, la locación, la excelente actuación de Cate Blanchet, que me vendieron un culebrón cómo serie de culto y no puedo culpar al libro porque no lo he leído pero que sólo en el séptimo y último capítulo le den tiempo a Catherine, la única coprotagonista de la historia de “The Perfect Stranger” que se encuentra VIVA y tenía más de 5 años cuando los hechos se desarrollaron, me parece inverosímil. Por otro lado, que Stephen tenga un giro de 180 grados en el desarrollo de su personaje cuando ya estaba con aguja en mano por asesinar a Nicholas, mientras éste se encuentra postrado en una cama de hospital (repito, esto es un culebrón), es verdaderamente cansado y falto de imaginación.
Por eso lector, estoy segura se engancharán con esta serie y les dará de qué hablar, pero no juzguen a un libro por su portada, ni a una serie por los éxitos pasados de sus creadores, se pueden llevar una entretenida, decepción.
Me encantó tu redacción, me hizo recordar cada detalle de la serie nuevamente. Yo tuve la misma sensación de "entretenida, decepción", por lo que después estuve pensando que es lo que sostuvo la inverosímil reacción de los personajes para mantener el engaño (y que a lo espectadores no hizo quedarnos) y supongo que es Catherine, que durante los 6 primeros capítulos pasa de sentirse nostálgicamente mal (emocional y físicamente) a pensar que es tan irrisoria la historia de The Perfect Stranger que suponía que caería por su propio peso y al darse cuenta en el 6o episodio que Stephen solo escala en su afán de destruirla, llega "tarde" (al séptimo) para tomarlo en serio. Si Catherine se hubiera tomado en serio la falsedad del texto, ella como el personaje VIVO tenía el poder de evitar el engaño en el capitulo 2. Por darle un poco de razón a Cuarón, puede ser que el desarrollo de personaje de Catherine es lo único que sostiene las 7 horas de entretenida, Decepción.